miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ay

dos hermanas en el espacio.
Chiquitas se ven por la mañana,
gigantes son
iguales
por la tarde.
Un ombligo las desune
y ya de noche
se miran de reojo
como si nadie
como si todos
estuvieran también entre sus ojos.

Hay dos hermanas que no saben
la distancia
que sufre el corazón cuando se matan
y consienten las espinas
y los años se los llenan
de piedritas,
se convierten un poco cada día
en la nube de sus cielos
y en la flor de sus tumbitas.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Tarde

Tatung pone el mate sobre la mesa,
lleno de yerba suave hasta la mitad;
la miro entrar por quinta vez a la cocina
y volver con la pava y el repasador de las frutitas.
Sabe que no me gusta que me hablen cuando leo,
y yo sé que le gusta hablarme mientras ceba.
Dejo los libros
y también subo las piernas a la mesa.

Nos miramos antes de entrar en las palabras
como si volviéramos otra vez a ser dos niñas,
bajo el árbol de casa,
planeando construirnos otra vida.

—Las llaves estaban sobre la mesa del living
y estaba durmiendo en el escritorio.
—¿Te dijo algo cuando se levantó?
—Seguía durmiendo cuando me vine.
—…

Nos miramos de nuevo como mujeres,
el agua ayerbada entre la saliva,
amarga, caliente, anodina.

—Me tengo que depilar.
—Sí, yo también.
—Qué al pedo, ¿no?

Planeamos construirnos otra vida.