martes, 28 de mayo de 2013

H. XIV

(14)

“Si los prismas se pierden, se pierde la vista.
No ver es, se sabe, la condena divina; mas
he
caído en la noche
y los dioses están
más ausentes que nunca”.
                                  (del diario de La cieguita)

Mandala

Pintar la flor antes de la curva.
La flor, la curva.
Una curva es una vuelta
una esquina es una curva.
En una esquina te encontré
—en esa vuelta curva del tiempo—
 fui la flor

y vos la curva.

viernes, 24 de mayo de 2013

Queyo

Yo
que siempre pienso que soy de hierro,
sufro heridas
que sangran herrumbre que no detengo,
siento cortes
que oxidan sangre que sé que pierdo.

En constante retorno

Vuelvo a los sueños eternos de los veranos,
al cálido roce de las colchas rojas
sobre el piso helado.
Vuelvo a tomar la leche de las botellas,
a comer macitas de latas negras.
Entre la lluvia nadan unas memorias
y en una gota cabe todo el universo,
en una gota que me trago,
cuando cierro los ojos y adormezco el pecho.

Las baldosas bajo mis pies diminutos
son rojas —mis zapatos, negros.
A veces no sé si es cierto lo que veo,
las imágenes se funden con los hechos.
Sólo sé que vuelvo como un pájaro,
me extravío en los silencios.
Vuelvo al centro de la ausencia
y me construyo con ecos.

jueves, 23 de mayo de 2013

H. XIII

(13)

La manzana rodó sobre la mesa,
cegó a todos con su brillo y envenenó
corazones con su mensaje.
La más hermosa nunca lo supo,
arrebatada por un amor siniestro,
mordió los labios del muchacho
e hizo caer un reino.

H. XII

(12)

Relleno, todo esto es el relleno.
Revuelve acelga y arroz, algo de fiambre,
aceite, queso y cinco huevos.
Pone la mezcla en la masa,
que va al fuego.
Mira hacia fuera, en las casas, la ciudad,
todo relleno.
En el baño, vacío, vomita de nuevo.

H. XI

(11)

Piedra, piedra, piedra, pieDRA… SALta la rana hasta la orilla.
          El estanque
 se llena de ojos,
               es de noche y hay pereza.

Piedra, piedra, dientes, agua, TAC, sangre,
también hay hambre.

martes, 21 de mayo de 2013

Marcas


Marcas. Todo lo que pasa en esta tierra deja marcas. El arado en el campo su surco traza; la lluvia en la flor que nace, en la hoja que pinta, en la pared que mancha. El sol en las pecas de esa piel tan blanca, y la tristeza y la sombra en el alma, y el llanto en los ojos, y el tiempo en el cuerpo y en la mirada; y mi sangre en la ruta, como el agua, arando el asfalto, marcando el fin,                                                                           
                l  a    n  a  d  a.

domingo, 19 de mayo de 2013

Abucólica

Sin puerto, sin barco,
sin toda figura que pueda llevar
al mar.
Sin techo, sin escalera,
sin toda la sombra que encierra
la ciudad.
Sin muros, sin árboles,
sin el peso del cemento,
susurro de tumba.


Pacer se ha vuelto una acción incierta.

H. X

(10)


Ataca el Arte. Con su impronta
lo hiere en las costillas.
Presto a caer
(no teme, hay otra orilla),
avista caballo
y caballero en el mismo talle.


Alcanza a poner el punto antes del trance.

H. IX


(9)

“Ante la duda, minúscula”, había oído una vez.
Y así iba por la vida, minimizándose ante todos, cortando sus alas cuando crecían, y expresándose solo con monosílabos.



H. VIII


(8)

Romero para recordar, dijo la joven,
y trepó a la rama para caer al río que la haría olvidar.

viernes, 17 de mayo de 2013

H. VII

(7)

Gabriel entregó el mensaje a tiempo. Se presentó en la entrada, hizo la reverencia, dijo las palabras justas y salió al patio a fumarse un cigarrillo. 
Menudo anuncio —pensó— con esto me tienen que dar el ascenso.

H. VI


(6)

Sale del 59,
obscena
hasta los huesos,
siempre en la misma calle.
Sabe que nunca va a casarse,
pero repuja glandes perfectamente
y consigue al menos un loft.

H. V


(5)

—¿Qué implicancias tendrá este día en la historia de este reino, hija mía?— Ana sostenía a Isabel, lloraba y rogaba que al abrir los ojos fuese un varón.

H. IV


(4)

La miró al dejar el cuchillo, rojo el piso,
vaho de alcohol.
Dijo que todo estaba listo,
que cortara el pan y se sentara.
Mañana compraría otro vino.

H. III


(3)

El agua moviéndose debajo
lo mareó de inmediato.
¡Esa bendita idea de mi padre de hacer milagros!
Del barco gritaban: "¡es un espectro!"
y aún le faltaba medio mar.

H. II


(2)

Kalimba, cultrún, ¡shhh!… cuerno.
Hace música el muchacho,
ahora un rasgueo.
Desquiciada la vecina
corta
el genio: #¿!&@!
¡Silencio!
Nace así 4'33" de un John Cage.

H. I


(1)

Cabalga alunada a pleno sol
(manceba la yegua, pero no mansa)
descubre el cuchillo y se abalanza,
con infortunio para el colono que la compró.


Antes de saber


Antes de saber, siente
desde la nariz, hueso-cuchara,
desde el túnel oscuro de tierra que lleva adentro.
Antes de saber a menta, a miel, a fruta,
a tardes de torta y café que espía,
a noches de pasta y vino con uvas,
busca en el aroma el color de lo que traga, de lo que nutre,
de lo que afana.
Hay aromas que ya no existen y otros
que desconoce, y sabores que se perdieron,
ahora solo quedan olores.
Entonces busca, en el olor, la imagen de lo que fue
tibio, crujiente, esponjoso, fresco,
con mano de niño que, como hombre, anda
con hambre interminable y tripas de lata.
Hay en la comida un ápice de dicha,
vida que se engulle, fuego que se inflama,
carne que se entibia y un fragor, que se apaga.
Antes de sorber
con gula, la saliva inquieta encerrando un bolo
como trufa, como caviar, pero que es pan
(pan duro de la mesa de un bar)
sabe
que eso es lo último que comerá.

Muda


La niña junta los granos mientras baja la escalera. Ha trepado el muro y, caminando por la cornisa, ha llegado al techo. Techo, techo, techo, alcanza la esquina y ahora desciende hacia otro patio. La vecina la mira desde la ventana, es la siesta y no tiene ganas de gritarle que se vaya.
La niña sigue bajando, se arrodilla, junta, guarda. Los granos se funden todos en sus bolsillos, marrón pardo y atigrado que se mueve, que se estira, toma forma y se arrebata. Más granos y más grande se torna el cuerpo, molesta en el bolsillo que es ahora una jaula; se estira la niña y otro grano se esconde bajo una garra. Asombrada mira su brazo, de niña a fiera se cambia. Se encoge sobre sí misma hasta alcanzar el piso y camina, lenta, sensual, mortal sobre sus cuatro patas. La vecina advierte el fenómeno. Se asusta. Quiere gritar y emite un gemido, quiere correr y se queda inmóvil. El tigre la mira desde el rellano, baja los últimos peldaños y se acerca a la puerta. No ruge, no amenaza. Se inclina hacia adelante y en una mueca, que es más de dolor que de asco, vomita un vestido pequeño y cientos de granos de café, y se marcha.

jueves, 16 de mayo de 2013

Riesgo

Andar no es fácil —pero desandar.

Volver la vista hacia lo que no está,
esperar que te digan que aun te quieren
y llorar de nuevo y perder la paz.

Andar no es fácil —pero desandar.

Cerrar la puerta con la luz atrás,
no ver la costa y odiar el mar,
y sentir de nuevo tanta soledad.

Andar no es fácil —pero desandar.

Buscar los años que se vivieron,
regar las flores de los que fueron
y ansiar el vientre de nuevo.

Contra todo

Controlar todo
lo que dice
lo que hace
lo que viene y no se va
lo que duele
lo que ríe
lo que está y lo que será.
Controlar con la mirada, con las manos, con la boca,
controlar lo que provoca, lo que rige, lo que llama.
Controlar lo que se rompe, lo que sangra, lo que espera,
controlar con voz austera, con rigor, con alabanzas.
Controlar lo que lo alcanza, lo que escapa a las alianzas.
Controlar lo no pensado, lo que pesa en la conciencia,
lo que arde
lo que muere
lo que tira y lo que caza.
Prepotente, delirante, soberbio, harto de ganas,
controla
lo que no ve, lo que quiere que le hagan,
y así
no hace más
que descontrol
Pensar que sí, que controlaba.

La elección

El guerrero elige:


blandir la espada,


clavar la daga,


tirar la lanza,


espetar el escudo,


mostrar la cara


—huir se excluye de la ordenanza—.

La guerra

La guerra tiene sus reglas, funestas


reglas de furia, de sangre, de agonía.


Los números saben, desde Pitágoras,


que fijan el destino del hombre,


que ponen cara a cara, mano a mano


(codo a codo)


las mentes que se resisten,


las almas que se apasionan.


La guerra, número primo,


terror que se busca, dolor que se paga,


cumple el hado, corta el hilo y, ­dicen­,


se acaba.

Tierra del Fuego

La luz rodea el verano en el recuerdo,
aquí la sombra deambula con los niños;
entre turberas y fiordos, los glaciares
hacen que el hielo se vuelva un enemigo.

En esta isla, la sangre se congela,
la piel se raja, la voz se hace chillido;
y hasta las bestias, las plantas, los caminos
creen que la nieve es ajena al paraíso.

Y es que no hay cardos, sudor, no hay regocijo
de tambos, de granjas ni de silos;
y si hay un sol, un día, una tarde,
se esconde junto al hierro sin aviso.

Jugar es cosa de adentro, no de plaza,
y a nadie se le antoja el infinito,
que está en el mar, en el nombre, en la bahía,
en todo el viento, y también, en todo el frío.

En un domingo de bosque y costa espesa,
l a  l i b e r t a d una rama de lenga
quiebra
con la ilusión de salir y no encontrarse
con el blanco, el gris y la tristeza.

La isla para el niño es una cárcel
con gaviotas, nutrias y orcas muertas,
un exilio, un castigo, una venganza,
que en el sur de estos pies dejó su huella.