domingo, 15 de septiembre de 2013

Tarde

Tatung pone el mate sobre la mesa,
lleno de yerba suave hasta la mitad;
la miro entrar por quinta vez a la cocina
y volver con la pava y el repasador de las frutitas.
Sabe que no me gusta que me hablen cuando leo,
y yo sé que le gusta hablarme mientras ceba.
Dejo los libros
y también subo las piernas a la mesa.

Nos miramos antes de entrar en las palabras
como si volviéramos otra vez a ser dos niñas,
bajo el árbol de casa,
planeando construirnos otra vida.

—Las llaves estaban sobre la mesa del living
y estaba durmiendo en el escritorio.
—¿Te dijo algo cuando se levantó?
—Seguía durmiendo cuando me vine.
—…

Nos miramos de nuevo como mujeres,
el agua ayerbada entre la saliva,
amarga, caliente, anodina.

—Me tengo que depilar.
—Sí, yo también.
—Qué al pedo, ¿no?

Planeamos construirnos otra vida.

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