miércoles, 1 de octubre de 2014

El té de las sananas

Radio flexible
brillante y amarillo
se estira y rebota
—un bucle sobre tu carita
que mira detrás de la barrera.
Lo volvés a estirar
y lo enredás tras una oreja;
ahora tu mano se mete entre los barrotes
—querés
la taza de Rainbow Brite.

No te acordás, Tatung
—lo que sabés te lo contaron—
que yo servía el té
de las sananas
schhhu, súca
schhhu, zitrone
y vos mirabas desde abajo
al otro lado de la escalera.

Pusiste la taza azul junto a la roja,
la blanca y la verde en el otro extremo
y a mí la rabia
se me atascó en el cuello,
una serie sin fundamento
y otra vuelta a tus ojos
inmensos
todos de agua.
Pero shhhhh, ¿súca?
Mejor así, que sea recuerdo.


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