sábado, 1 de junio de 2013

Acaso absoluto

La siesta abdica sus tierras a la noche,
se elevan sombras que ayer eran más finas.
Durante julio las luces son esquivas
y de la plaza la ausencia se apodera.

Veo que todo a la quietud cede favores:
los pasos, los tintes, los rumores;
y leves ramas de pinos y de ceibos
funden también su cuerpo a la penumbra.

No cabe más silencio en las esquinas,
profunda y densa es la calma, ­no se altera­,
bate sus alas La Forma y se aproxima,
a los que sueñan misterios les revela.

Inquieta me alejo de la cama,
algo aparece, escucho que se mueve,
anda despacio, se esconde tras un mueble,
advierto, ­alivio consecuente,­
que es pequeño, que llora y que me teme.

Consiento tres pasos tras su sombra,
detengo la vista en sus cabellos,
sus hombros a otros se parecen,
sus manos repiten otras líneas.

Resiste mi presencia, huir intenta,
no encuentra su rincón, se paraliza,
de espaldas le descubro en la negrura:
mi otro yo abatido se derrumba.

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