Antes de la falange, un hoplita que fue aqueo,
danzante dorado bajo su yelmo, oyó
clamar su nombre.
Detrás de las murallas, un teucro lacedemonio
dispuso con virtud mezquina
la lanza para Patroclo.
Dos guerreros desiguales, enemigos
por el néctar, baten;
lidia divina, cifra que esconde
sus armas, sus fines, sus dotes.
Y uno fue hijo y padre combatiendo,
aguerrido, colérico, tenaz, inquieto;
otro fue carne para un hombre de otro tiempo,
disgregado, fugaz, leve, modesto.
Un mirmidón, un troyano: dos griegos,
que en aras de la gloria fueron uno
y fueron cientos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario