Pirro es aqueo. Su verdadero nombre es Neoptólemo,
joven guerrero, pero la mitología se obstina en llamarlo Pirro, haciendo de
esta bella cualidad de mujer griega, un epíteto masculino: Pirro-Neoptólemo,
Neoptólemo-Pirro, el que se arrebola con facilidad.
Algo se cuenta de sus
hazañas en la Ilión que vio consumirse bajo las llamas, de las armas de
Heracles que esgrimió en su embajada y de las vidas que precipitó al
Escamandro: Eurípilo, Élaso, Astínoo y el pequeño Astianacte. Menos se dice,
por supuesto, de la danza que, fiel a su nombre y para orgullo de su progenitor,
inventó en pleno júbilo bélico: la danza de guerra o danza pírrica, en fin, la
danza del rubio… ¡Qué pirro este Pirro!
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